martes, 10 de octubre de 2017

Francisco Trejo. Los poemas

Petición al amante

Encuéntrame en los hoteles.
Ocúltame en ti.
Ven a llorar conmigo lo irreparable del mundo.

Las lágrimas, son estos tiempos,
el ansioso mar
             que siempre busca otras orillas.



El agrio
Madre yo te perdono el haberme traído al mundo
aunque el mundo no me reconcilie contigo
Raúl Gómez Jattin

Cuando la gente me aplaude un poema, pienso en ti,
en tu fragua ternural que dio forma a la estatua de mi vida.


Helénica madre, madre Elena, nací crucificado de tus huesos
y te duelen los clavos que perforan mi carne forastera.


Unida a mí, siamés de mis angustias,
eres surtidor
y yo el agua que cae tristísima de gotas.


Cuando la gente me humilla, rememoro tu vientre:
ingenuo árbol del fruto, limón que soy
- condenado como todo en la vida,
                                           
                                                a ser mordido.




Reconcilio del agua

Padres,
perdonen el oficio de verterme a cántaros.

No puede el agua tolerar la sed por mucho tiempo
como la que invadió nuestro hogar
durante los años de palabra incultivable.

Entiendan hoy al hijo lluvia que optó por el mutismo
y después de su niñez desarrolló un estero
en la hondura de su alma

                             para que otros beban de él.



Una idea sobre la ausencia de dios

Para Beatriz Camacho

La compasión de Dios me resulta dolorosa
como el mutismo del que canta para no colgarse de la higuera
y fingir ser miel adentro
                                    del oscuro de su vida.


Caer es natural:
cae la lluvia y la placenta que abrazan las crías de los cerdos,
cae la vida
como cayó la gata que enterré, trémulo, en el jardín de las caléndulas.


Cae despacio el peso de mi congoja
porque sé que sin caer en mi tumba
he caído
en el hueco de soledad que lleva
el nombre desgastado de mi especie.


Y sé que Dios no está más entre nosotros,
porque todo creador,
después de descubrir la joroba de su alma en su poesía,
se angustia y se da un tiro - es natural -
o vive en el engaño del aplauso para siempre.


                                                                                      Francisco Trejo

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