sábado, 21 de enero de 2017

Rosario Bersabé Montes. Los poemas

Invierno cruel

Una vez más escapa de mis manos
la sutil primavera de las flores,
y el cansancio, señor, y los dolores
atropellan designios de veranos.

Ya los desvelos me resultan vanos,
los días van mermando resplandores,
y del dorado otoño los fragores
me arrastran a los fríos más tempranos.

Y con disfraz de trance equivocado
rajando la atalaya vulnerable
ya se avecina el congelado invierno.

Glacial y cruel efigie impenetrable
que pretende en sus garras lo prestado
para arrojarme al pozo del infierno.



No tengo más doctrina que tu boca

No tengo más doctrina que tu boca,
mi credo son tus labios, y tus besos,
y muero por tenerte entre mis brazos
bajo el gris desolado del invierno.

El frío se eterniza en mi tejado
recubriendo mis noches de silencio,
a gloria ya no suenan mis campanas
ni fulgen las estrellas en mi pecho.

¡Qué camino más largo hasta tus manos,
cuánta espina clavada entre mis dedos,
qué senda tan estrecha hasta tus ojos,
cuántas rosas marchitas en mi pelo!

Vago en la inmensidad de mi delirio
los pájaros detienen su aleteo,
ya no oigo los susurros de sus cantos
¡sólo oigo...los ladridos de los perros!



La impasible cornada de la muerte

Asediándote siempre enamorada
la parca te ofrendó la nieve pura
y dos alas de espléndida blancura
envidia de la rosa perfumada.

Como un toro llegó al atardecer.
como un toro, embistiéndole a la vida,
y en plena juventud de amor ungida,
rompió el sino, tus sueños de mujer.

Cuando mis ojos tu partida vieron
ya el carmín de tu rostro marchitado,
abominé del cielo y de tal suerte.

Y mis labios dos lágrimas bebieron,
al saber que te había lacerado
la impasible cornada de la muerte.


                                                                       Rosario Bersabé Montes

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